sábado, 30 de mayo de 2009

El PSOE huele a derrota

IGNACIO CAMACHO
AL revés de aquel siniestro coronel de «Apocalypse now» al que el azufre del napalm le olía a victoria, al PSOE le arde la campaña entre un fuerte tufo de derrota. No logra tomar la iniciativa. Va por detrás en todas las encuestas -salvo la del CIS, con una inverosímil participación de más del 70 por ciento- y sabe que a día de hoy tiene perdidas las elecciones. No consigue imponer su agenda de temas ni su tradicional superioridad propagandística, pese a unos vídeos tan torticeros de intenciones como eficaces y bien elaborados. Y cuenta de salida con un hándicap devastador: más de cuatro millones de parados que el PP enarbola como un pliego acusatorio. Si la abstención se mantiene según las previsiones, más de la mitad del censo, los socialistas no podrán disponer de su principal arma electoral, que es la movilización masiva contra la derecha. El núcleo argumental de su campaña se centra en estimular el voto del miedo, pero la gente sabe que estos comicios no eligen al Gobierno y en cambio sirven para imponerle un correctivo. Es gratis, pero tendrá consecuencias.
Así las cosas, y sin que hasta el momento los tribunales hayan puesto a la oposición en más apuros de los que ya sufría, queda una semana muy dura en la que se va a jugar sucio. El presidente ha enviado a los españoles una carta inaceptable en la que rompe sin rubor el Pacto de Toledo para empavorecer a los más desavisados con el fantasma de las pensiones. Sus consejeros le han aconsejado espaciar sus apariciones mitineras para que no le salpique demasiado el previsible descalabro, como ocurrió en Galicia. Y los estrategas más inteligentes del Gobierno empiezan a deslizar un mensaje más sutil, que trata de desestabilizar a Rajoy ante sus propios partidarios. Comparan la ventaja de los sondeos, entre tres y cinco puntos, con los diez que sacó Aznar en el 94 para minar la confianza de la base social de la derecha, y concluyen que si con estas circunstancias sociales el gallego no es capaz de infligir al Gobierno un revés abultado nunca logrará vencerlo en la hora decisiva. Incluso los críticos internos más conspiradores saben que es argumento escaso para un ataque serio; entre los socialistas suena a justificación anticipada del varapalo.
En las campañas electorales, el PSOE suele crecer siempre más que su adversario, pero esta vez tiene un serio problema para colocar mensajes porque se pierden entre la humareda del Falcon, el escándalo de la hija de Chaves, la alarma de la gripe A y las «bibianadas» de Aído, que ha irrumpido en escena por su cuenta con sorprendente inoportunidad y previsible falta de criterio. Blanco y Rubalcaba, los más listos, adoptan perfil bajo amparándose en sus responsabilidades de Gobierno. Nada está escrito aún, pero da la impresión de que la nomenclatura socialista está buscando coartadas ante la hipótesis plausible de un severo fracaso.

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