sábado, 8 de marzo de 2008

La decepción de un médico de familia

Soy médico de pueblo desde hace 26 años y gané la plaza de médico titular de APD tras 9 años de interinidad, aun cuando la normativa de entonces obligaba a la Administración a hacer convocatorias anuales, en la primera y única oposición que hizo la Generalitat en la que ponderaba casi más el conocimiento de catalán que los conocimientos académicos.
Jaume Giménez Palau. Médico APD del Centro de Atención Primaria de Navàs. Barcelona.
07/03/2008 diariomedico.com
Pude disfrutar del ejercicio médico durante 12 años, en los cuales la relación médico-enfermo se basaba en la confianza y respeto mutuo, las personas resolvían ellas mismas la patología menor y solicitaban asistencia cuando realmente la necesitaban. Durante 10 años dejé de ejercer para dedicarme a tareas sindicales. En este periodo de tiempo los diferentes responsables de salud aplicaron métodos de gestión en función de la última moda que se llevaba en el mundo: reforma de la asistencia primaria sin generosidad presupuestaria, separación de funciones entre financiación y proveedores, competitividad entre éstos durante los primeros tiempos y después colaboración, y ahora se lleva el sistema capitativo; siempre sin contar con los trabajadores y sin aplicar el menos común de los sentidos: el sentido común.
Hace cuatro años que quiero volver a hacer de médico pero no puedo. Ha desaparecido la confianza, se ha instalado la desconfianza mutua hasta el extremo de agresiones verbales y amenazas, la palabra más empleada es "quiero que" me haga este análisis, esta receta, esta prueba, aquí y deprisa, con una demanda y presión asistencial desbordada. He pasado de hacer de médico a hacer de administrativo. Se solicita asistencia a cualquier hora del día y de la noche, casi siempre no justificada, pero como la consejera dice que los ciudadanos tienen derecho a un médico las 24 horas del día, como todos pagamos la seguridad social, ésta es gratis y utilizamos los servicios de manera abusiva.
Uno de los aspectos, de entre muchos otros, que como profesional, como padre y como ciudadano más me preocupa es la cantidad en aumento y la edad descendente de las niñas que durante las guardias de fin de semana vienen a pedir la píldora del día siguiente. La Consejería catalana tiene una Dirección General de Salud Pública donde supongo que existe todavía una unidad de promoción de la salud; si es así, ¿a qué se dedican? No he visto ninguna campaña, que forzosamente debe ser interdepartamental, de promoción de la salud en éste ni en ningún otro aspecto. Se han limitado a poner en marcha un programa de salud y escuela en el que una enfermera se queda una hora a la semana en un despacho esperando a que los jóvenes vayan a preguntarle temas que les preocupan. En mi zona es una pérdida de tiempo y de recursos.
Mi institución, ahora empresa pública, el Instituto Catalán de la Salud, tampoco me lo pone fácil. Tiene un problema crónico: la ineptitud de sus mandos intermedios. Cuando hacía de médico tenía que sufrir su actitud constantemente fiscalizadora de mi trabajo; ahora que hago más de administrativo que de médico debo sufrir agravios comparativos como consecuencia de sus desacertadas decisiones, entre compañeros de un mismo centro y entre centros. Para poder tener un sueldo digno tenemos que hacer cien horas de guardia al mes además de la jornada ordinaria, lo que supone 61 horas a la semana. Tenemos un sistema retributivo en el que la parte fija es la más baja del Estado y la parte variable viene definida por tener que conseguir unos objetivos perversos, ineficaces y contradictorios con la práctica clínica, además de una carrera profesional donde éstos representan el 70 por ciento del total de los méritos para conseguir subir de nivel.
El médico es el depositario del conocimiento que ha de aplicar a cada uno de sus pacientes; en la actualidad yo no lo puedo hacer de manera digna porque no tengo el tiempo suficiente. ¿Es tan difícil que los responsables políticos y los gestores lo entiendan? Si supiera hacer otro trabajo, tras 26 años, dejaría de hacer de médico. Es muy triste y decepcionante.
En manos de la Generalitat está el que los médicos catalanes no tengamos que marchar de nuestro país para recuperar el placer de hacer de médicos; no dejen pasar la oportunidad
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