domingo, 5 de enero de 2020

EL DESTRUCTOR



A la Historia de España no sé, pero a la de la Marina mundial sí que pasará Sánchez. Nunca ha habido un destructor tan potente. Ni nuestro mítico Churruca. Ni la US Navy tuvo nunca un destructor con tal capacidad de tiro: de tirarlo todo por la borda. Al modo de frase antológica de Churchill que viene pidiendo mármol, iba a decir que nunca tan pocos destruyeron tanto en tan poco tiempo.
Pero han sido todavía menos que pocos. Ha sido un solo señor, en sus infinitas ansias de poder, en su deseo de ser presidente por los co… Y si en su largo periodo de presidente en funciones ha tocado y hundido tantos poderes, incluida la separación entre ejecutivo, legislativo y judicial, imagínense la que nos espera cuando dé sus resultados la indignante compra de votos de investidura que ha prometido pagar.
¿A cuánto nos ha salido cada «sí» o cada abstención de la investidura de Sánchez? Los españoles hemos dejado de ser no sé si libres, pero iguales desde luego que no somos. Un partido con 6.752.983 votos como el de Sánchez ha estado pendiente de lo que decidía el repugnante Rufián, que obtuvo sólo 869.934 votos.
El partido, jejejeje… En las tribunillas de oradores del PSOE ha aparecido mucho el lema de los 140 años de antigüedad del partido. Será de otro partido. El presente PSOE de barones callados como hetairas no tiene mayor antigüedad que las indisimuladas ansias de poder de Sánchez.
El partido que va a gobernar con los comunistas de Podemos en el Frente Popular de la Vergüenza, apoyado por los filoetarras y los independentistas, no tiene nada que ver con aquel PSOE que logró la concordia del que ya llaman Régimen de 1978. Que también ha destruido.
Si «Forbes» hiciera una lista de los políticos que hacen lo contrario de lo que han anunciado, nadie le quitaba a Sánchez el número 1. Decir una cosa y a la media hora hacer justamente la contraria ha sido la gran especialidad de Sánchez como escala para subir al poder. Como la escalinata por la que bajaba Lina Morgan para darnos las «gracias por venir», pero al revés: para subir a La Moncloa y decir «gracias por darme el sí o la abstención, previo pago de su importe».
¿Y España? Le importa una higa. ¿Y la Constitución? Otra. Ha ninguneado a la Corona. Ha empezado claudicando al adoptar el lenguaje de los separatistas. Ya no hay en Cataluña un movimiento independentista ilegal, ni un golpe de Estado separatista, sino un «conflicto político».
Ha dejado por los suelos el principio de la separación de poderes, la independencia del Supremo, presumido de que el fiscal general hace lo que le manda, por los suelos el prestigio de la Abogacía del Estado, abandonada a su suerte ante los filoetarras a la Guardia Civil.
Ha permitido que el PNV, que si no me equivoco es un partido vascongado, actúe de hecho como el que tiene la sartén por el mango en el Reino de Navarra. Sí, ha roto las cadenas de Navarra del escudo de España retirando a la Guardia Civil del territorio foral. ¿El escudo de España? Eso es facha. ¿La bandera? Eso es facha. ¿La unidad de la Patria? Más facha todavía.
Hay que conceder amnistías, soltar sediciosos presos, obedecer a Bruselas, sentarse a dialogar de igual a igual entre el Gobierno del Reino de España y el gobierno autonómico de una región que no quiere serlo, como Cataluña, con tal de alcanzar el poder. Y para eso, aceptar todos los referéndums que quieran, disfrazados de «consultas». Que sólo podrán votar los catalanes; el resto somos habitantes del Estado cuyos cimientos hay que cambiar.
Tan mal lo veo todo, que me parece que esta vez hasta se va a equivocar Bismarck con su famosa frase: «España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido». Pues ya lo han conseguido, canciller. Lo ha logrado un tipejo ególatra y desequilibrado que se llama Sánchez. Él solito.
Antonio Burgos ( AB )

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