Los británicos entraron en lo que hoy es la Unión Europea en 1973, pero lo hicieron a regañadientes. Para ellos el continente siempre fue un mundo aparte y, desde luego, durante mucho tiempo, principalmente durante la llamada era victoriana, lo miraron con un cierto aire de superioridad. Es reveladora la anécdota de que en Gran Bretaña cuando, por causa de un temporal en el Canal de la Mancha, las comunicaciones quedaban interrumpidas con el resto de Europa, en Londres se afirmaba que «el continente estaba aislado».
Impulsaron la creación una organización, la EFTA, acrónimo en inglés de Asociación Europea de Libre Comercio, cuyo objetivo no era otro que contrarrestar a la incipiente Comunidad Económica Europea. No habían estado a la cabeza de aquel proyecto y no admitían tener que solicitar el ingreso en un club donde con De Gaulle al frente de Francia no tenían una fácil entrada porque el general francés nunca olvidó como lo postergaron en los años de la Segunda Guerra Mundial. La EFTA no pudo con el eje franco-alemán y Gran Bretaña terminó claudicando y abandonando, en 1972, a quienes se habían involucrado en aquel proyecto: Suecia, Finlandia, Portugal, Noruega, Austria… Se vio obligada a solicitar su ingreso, que se produjo en 1973. Para muchos británicos la entrada en la entonces Comunidad Europea fue una humillación. De hecho no han compartido algunas de sus iniciativas más importantes, como la implantación del euro o la constitución del espacio Schengen.
Ahora se marchan, siempre que la Cámara de los Comunes dé el visto bueno a la negociación, que bajo la batuta de Theresa May, han cerrado con los europeos. Algo que no parece estar muy claro, al menos en este momento. En Gran Bretaña se viven fuertes tensiones como consecuencia del referéndum, convocado por David Cameron para solventar problemas internos de su partido, en el que por un escaso margen eligieron marcharse de la Unión. Son muchos quienes opinan que existen serias dudas de que esa sea hoy la postura mayoritaria de los británicos, pero ese fue el resultado del referéndum. Las negociaciones con quienes hasta ahora han sido sus socios han sido muy complicadas y difíciles -pasó el tiempo en que los acuerdos se cerraban según los planteamientos que ellos imponían- y en más de una ocasión han estado a punto de romperse. Finalmente se han cerrado, con dudas hasta el último momento. Más aún, quedan pendientes algunos flecos y uno de ellos nos afecta directamente: la situación en la que queda Gibraltar ante la nueva posición británica respecto de Europa y que tiene una enorme repercusión en un área muy importante de la provincia de Cádiz.
Pedro Sánchez sacó pecho con la cuestión de Gibraltar, se mostró dispuesto a batirse el cobre e incluso afirmó con rotundidad que vetaría el acuerdo, si no se tenía en cuenta la posición de España. No sabemos si se trataba, una vez más, de postureo. Como, cuando fue enviado a Bruselas para su examen el proyecto de presupuesto para 2019 y señaló que dicho borrador había sido considerado por las autoridades comunitarias un documento al que no se le habían puesto serios reparos. El tiempo ha señalado que son muchas las reticencias que despertó. Ahora afirma que se ha respetado la posición de España,Theresa May dice lo contrario. ¿Quién llevará razón? La respuesta la tendremos muy pronto.
(Publicada en ABC Córdoba el 28 de noviembre de 2018 en esta dirección)
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