Una treintena de activistas de Greenpeace han ocupado hoy una refinería de aceite de palma en Indonesia perteneciente a Wilmar International, el mayor distribuidor de aceite de palma del mundo y proveedor de marcas como Colgate, Mondelez, Nestlé y Unilever.
Un grupo de activistas ha pintado la palabra dirty (sucio, en inglés) en uno de los tanques de aceite de palma, mientras que otro se ha encaramado a la cadena del ancla de un barco que transportaba aceite de palma.
La refinería, que se encuentra en la isla indonesia de Sulawesi, procesa aceite de palma de los principales productores, que están destruyendo las selvas tropicales en Kalimantan y Papua, en Indonesia.
“Wilmar prometió en 2013 limpiar su cadena de suministro. Sin embargo, todavía está comprando aceite de palma de empresas que destruyen los bosques. No es responsabilidad de Greenpeace controlar su cadena de suministro. Wilmar solo debería comprar aceite de palma a los productores que puedan garantizar que están limpios. Eso es lo que prometió el CEO de Wilmar, Kuok Khoon Hong, hace casi cinco años”, ha señalado Kiki Taufik, responsable de la campaña global de bosques de Indonesia de Greenpeace.
El equipo de Greenpeace incluye activistas y escaladores de Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia, Reino Unido, Francia y Australia. Junto a ellos, está la banda indonesia de rock Boomerang, que ha interpretado su nuevo single desde la parte superior de los tanques de almacenamiento.
En 2013, Wilmar se convirtió en el primer comerciante de aceite de palma en adoptar una política de “no deforestación, no destrucción de turberas, no explotación”. La semana pasada, una investigación de Greenpeace International reveló que veinticinco productores de aceite de palma habían deforestado 130 000 hectáreas de selva desde 2015. Wilmar ha estado comprando a dieciocho de esos grupos de aceite de palma; tres de ellos suministraron a la refinería donde se ha desarrollado la protesta. Solo una pequeña parte del aceite de palma que suministra Wilmar procede de sus propias plantaciones; más del 80 % proviene de otros productores.
“Esta refinería está cargada con aceite de palma sucio de Wilmar y, si no estuviéramos aquí, estaría ya de camino a fábricas y supermercados de todo el mundo. Cientos de miles de consumidores se han cansado ya de la destrucción de los bosques. El mensaje para grandes marcas como Unilever, Nestlé y Mondelez es simple: que dejen de comprar aceite de palma a Wilmar hasta que pueda probar que su cadena de suministro está limpia”, ha añadido Yeb Sano, director ejecutivo de Greenpeace Southeast Asia, desde uno de los botes en los que se encuentran los activistas en la refinería.
Greenpeace pide a Wilmar que demuestre que ya no obtiene aceite de palma de los destructores forestales. El primer paso es exigir a todos los grupos de productores en su cadena de suministro que hagan públicas las localizaciones de los molinos de aceite y los mapas de concesión para todas sus operaciones y que corten a los que se nieguen.
Aceite de palma, medio ambiente, personas y clima
Wilmar International y otros grupos de aceite de palma son acusados regularmente de explotar a trabajadores, niños y comunidades locales.
El sector de las plantaciones (aceite de palma y sector papelero) es el principal motor de la deforestación en Indonesia. Alrededor de 24 millones de hectáreas de bosque tropical fueron destruidas en Indonesia entre 1990 y 2015, según cifras oficiales publicadas por el Gobierno de Indonesia.
La deforestación y la destrucción de las turberas son las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero que contribuyen al cambio climático. Esto ha llevado a Indonesia a liderar el listado de emisores globales, tras Estados Unidos y China.
El desarrollo de las plantaciones es la causa principal de los incendios de bosques y turberas de Indonesia.
En julio de 2015, devastadores incendios se extendieron en Sumatra, Kalimantan y Papúa. Estos incendios produjeron una extensa humareda que afectó a millones de personas en todo el sudeste asiático.
Investigadores de las universidades de Harvard y Columbia estiman que el humo de los incendios de Indonesia en 2015 pudo haber causado 100.000 muertes prematuras. El Banco Mundial calculó el coste del desastre en 16.000 millones de dólares.
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