Para muestra, un botón. Por si alguien tenía alguna duda de que Podemos estaba en caída libre desde que puso un pie en el Congreso y dejó sus carencias al descubierto. A grandes males...
Después de ver cómo les va en las encuestas en intención de voto los mandamases de Podemos han decidido volver a la calle, que es dónde mejor se mueven los morados.
Razón por la que David Gistau ha soltado todo su ingenio e ironía este miércoles en su columna de ABC para ridiculizar las dotes políticas de los líderes morados: "Unos tam-tams y unos cuantos bailes alrededor de la hoguera faltaron en el anuncio de Podemos de que ahora se proponen derribar el Gobierno esta misma primavera, no con la fuerza de los escaños, que para este menester son escasos, sino con la furia de las movilizaciones en la calle".
En opinión de Gistau, "el anuncio de Podemos revela dos cosas. Ambas las sabíamos ya pero recobran vigencia por la decadencia personal de Iglesias. La vía institucional, probada cuando las expectativas permitían apropiarse por anticipado de vicepresidencias y ministerios distópicos, es insuficiente, sobre todo si el anhelo es revolucionario. El Parlamento en el que entró la Gente Fetén después de su ocupación por androides o marcianos podría volver a ser, por tanto, el Parlamento que No Nos Representa".
Por otra parte, señala, "el alma activista recuerda cuál es su ecosistema y cuán divertido es hacer política de un modo que no obliga al trato con ujieres ni a aprenderse reglamentos ni a decir cosas de señor mayor, tales como consenso o interpelación, con las cuales Rajoy es capaz de anestesiarlos con una retórica sinuosa, hueca y narcótica".
Y es que ya lo dice Gistau: "El activista se debe a su público y al ideal que tiene de sí mismo como hacedor de eras por las bravas".
Pero "la lealtad propia al personaje incendiario tiene, sin embargo, ciertos límites. La misma Colau que ante las cámaras interpreta el «Sujetadme que lo mato», en privado implora al Rey que intermedie y conceda, que no se ande con demostraciones de carácter como las del famoso discurso fundacional de su reinado. En esto, Colau no es distinta de cualquier otro español: está acostumbrada a lo que se dio en llamar el "borboneo", la práctica cabildera, el hablando se entiende la gente. Para bien o para mal, este Rey parece no conocer la maleabilidad de los credos y los valores y resulta haberse creído lo que defiende y cómo debe hacerlo. Qué tío más raro".
Después de ver cómo les va en las encuestas en intención de voto los mandamases de Podemos han decidido volver a la calle, que es dónde mejor se mueven los morados.
Razón por la que David Gistau ha soltado todo su ingenio e ironía este miércoles en su columna de ABC para ridiculizar las dotes políticas de los líderes morados: "Unos tam-tams y unos cuantos bailes alrededor de la hoguera faltaron en el anuncio de Podemos de que ahora se proponen derribar el Gobierno esta misma primavera, no con la fuerza de los escaños, que para este menester son escasos, sino con la furia de las movilizaciones en la calle".
En opinión de Gistau, "el anuncio de Podemos revela dos cosas. Ambas las sabíamos ya pero recobran vigencia por la decadencia personal de Iglesias. La vía institucional, probada cuando las expectativas permitían apropiarse por anticipado de vicepresidencias y ministerios distópicos, es insuficiente, sobre todo si el anhelo es revolucionario. El Parlamento en el que entró la Gente Fetén después de su ocupación por androides o marcianos podría volver a ser, por tanto, el Parlamento que No Nos Representa".
Por otra parte, señala, "el alma activista recuerda cuál es su ecosistema y cuán divertido es hacer política de un modo que no obliga al trato con ujieres ni a aprenderse reglamentos ni a decir cosas de señor mayor, tales como consenso o interpelación, con las cuales Rajoy es capaz de anestesiarlos con una retórica sinuosa, hueca y narcótica".
Y es que ya lo dice Gistau: "El activista se debe a su público y al ideal que tiene de sí mismo como hacedor de eras por las bravas".
Pero "la lealtad propia al personaje incendiario tiene, sin embargo, ciertos límites. La misma Colau que ante las cámaras interpreta el «Sujetadme que lo mato», en privado implora al Rey que intermedie y conceda, que no se ande con demostraciones de carácter como las del famoso discurso fundacional de su reinado. En esto, Colau no es distinta de cualquier otro español: está acostumbrada a lo que se dio en llamar el "borboneo", la práctica cabildera, el hablando se entiende la gente. Para bien o para mal, este Rey parece no conocer la maleabilidad de los credos y los valores y resulta haberse creído lo que defiende y cómo debe hacerlo. Qué tío más raro".
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