sábado, 11 de abril de 2015

En el melonar horrendo,por PEDRO J. RAMÍREZ

En el melonar horrendo

por PEDRO J. RAMÍREZ
La sala era enorme, el ambiente gélido. El Comité Central se hallaba reunido para escuchar a su Secretario General el camarada Nikita Kruschov, un burócrata sin carisma que había escalado, peldaño a peldaño, en el aparato del partido. Kruschov instó a los miembros del Politburó a dejar a un lado querellas y diferencias para centrarse en lo fundamental: el plan quinquenal destinado a impulsar el crecimiento de la URSS. Con la calculada cadencia de los avezados remeros del Volga, los más pelotas comenzaron enseguida a impulsar el premioso y ramplón discurso con estratégicos aplausos y, poco a poco, la sala se fue caldeando hasta alcanzar el cénit de la apoteosis programada. Pero justo cuando una de las ovaciones más prolongadas estaba remitiendo, una voz se alzó en medio de la masa: “¿Por qué no denunciaste a tiempo los crímenes de Stalin?”. Tras un momento de confusión, Kruschov se revolvió en su mediocridad autoritaria y rugió con rabia: “¿Quién ha dicho eso?”. Un silencio sepulcral invadió la sala. El osado espontáneo enmudeció y con él cuantos pensaban lo mismo, que no eran pocos. Al cabo de medio minuto de tensión extrema, durante el que midió a todos con la mirada, Kruschov añadió: “He ahí la respuesta”.
Pues bien, en el PP ni eso. Ni ese conato de esbozo de amago de apariencia de contestación que se extingue cual fuego fatuo al entrar en contacto con la atmósfera. Si la potencial disidencia o la mera ansia de debate no llegaron a ninguna garganta es porque quedaron ahogadas en un mar de estómagos agradecidos. Los 600 miembros de la Junta Directiva Nacional acudieron con mansedumbre lanar, aplaudieron con servidumbre bovina y rompieron filas con docilidad perruna. ¡Pobres animales, qué injustas son estas metáforas! ¡Cuánto mejor sería nuestra vida pública si entre la pléyade de carguitos, carguetes y cargazos del partido en el poder cundiera al menos la nobleza de los cuadrúpedos que transportan fardos, se dejan ordeñar mañana tras mañana y ladran para avisar de que alguien nos saquea o nos agrede!
Esos animales nos dan mucho y nos piden poco. Así eran también los hombres de la UCD, del PSP o del PCE. Lo contrario que los políticos profesionales de hoy. No, lo del martes no fue el silencio de los corderos sino el silencio de los pastores, reunidos con el exclusivo fin de garantizar que nada -ni la ética, ni la estética, ni menos aun la filosofía de la Historia- les “distraiga” de la preservación y reparto de la pitanza perpetua que nos obligan a entregarles. ¿Cuántos trienios de antigüedad devenga ya Javier Arenas, en el Gobierno y en la oposición, en la salud y en la enfermedad, en Sevilla y en Madrid? ¿Diez, doce, catorce? ¿Es por eso por lo que le tiene tanta tirria su émula y sin embargo amiga y enemiga María Dolores de las Mentiras?


Llevaban dos años sin ser convocados y ni siquiera preguntaron por qué. Como para hablar de Bárcenas, los SMS, las trolas de Rajoy o las promesas incumplidas. Dice mi querida Cayetana Álvarez de Toledo que ella tenía pensado haber intervenido -al menos hubo pues un pecado de pretensión- pero que no existió turno de palabra. Vaya por Dios. Ignoro si la resuelta diputada se dirigió a la mesa presidencial para pedir hablar, si alzó la mano -o incluso la voz- antes de que se levantara la sesión o si se conformó enseguida, por mor de la rutina antiparlamentaria que rige en el Parlamento al que pertenece. Supongo que mañana o pasado declinará el acta y el carné como protesta por haber sido amordazada dentro de ese “melonar en la cloaca” del que ahora hablaremos.
Ella mejor que nadie sabe que el verdadero propósito que animó a Rajoy a convocarles fue recoger el guante de Aznar cuando preguntó con tono de ultratumba “¿Dónde está el PP?”. Pues aquí lo tienes, José María, je, je, je. Ya lo ves, en primer tiempo de saludo. Sometido, entregado, babeante casi. ¿Cómo, que no oyes nada más que ruido? Lo que pasa es que sólo aplauden. Sí, tú fomentaste la cultura del asentimiento y yo la he adaptado a mi estilo. Oye, puro sentido común.
La antinomia Aznar/Rajoy no es sino la antinomia Maura/Dato en el Partido Conservador de hace un siglo. Maura fue un gran caballero de capa y plumero; Dato un pobre administrador de fincas urbanas, realzado por los anarquistas que le cosieron a balazos desde un sidecar. El polémico diputado y periodista Luis Antón del Olmet que fluctuó entre uno y otro, antes de ser también asesinado por un turbio asunto de celos, dejó un retrato tan implacable como veraz de Dato: “Practica el sistema de la inhibición. Cree que todo se resuelve en la vida ante los problemas estándose quieto. Estudiarlos es molesto y resolverlos es comprometido. Cuando ve una tempestad piensa en que vendrá la calma. Y si naufraga piensa que habrá una tabla salvadora… Lo ve todo con mirada fría, sin corazón ni entendimiento, como un faquir calvo y mondo, impasible”.
Menos lo de “calvo y mondo” todo lo demás retrata al Rajoy que ahora pretende apuntarse la medalla de que Obama apostara por el fracking, hundiendo el precio del petróleo y abaratando providencialmente la factura energética para países como España: así se las ponían a Fernando VII. También fue Antón del Olmet el que patentó lo de “el melonar en la cloaca” para referirse a la clase política del final de la Restauración. Explicaba que cuando “un joven arribista” quería ser “tribuno de la plebe” en vez de buscar el voto en su distrito, “suaviza la lengua, llega a una antesala, penetra en un despacho y limpia con prolija asiduidad las infructuosidades del ojete de un prócer… En vez de cuidarse distritos, de cuidarse a la patria, se cuidan esfínteres”.
De ahí la claridad de su propuesta regeneracionista: “Hay que despoblar el Congreso de lameculos, hay que barrerlos a escobazos”.  Manda carámbanos que cien años después estemos en las mismas -de qué iban a haber llegado si no algunos a ministros- y haya tenido que ser el carpetovetónico León de la Riva el que excusara su asistencia al “melonar” por no estar ya “en edad” de ejercer como “palmero”. ¡Ay la Santa Cofradía de la Lista Cerrada y Bloqueada!
A algunos les sorprende el conformismo con que alcaldes, concejales, diputados y senadores de este PP de la Guyana siguen a su reverendo Jones camino del suicidio electoral. Pero es que él les ha prometido la vida después de la muerte y ya ha predicado más de una vez con el ejemplo.
En primer lugar, perder la mayoría absoluta en una institución no es perder el poder porque sólo en Baleares cuajan esos pactos antinaturales de todos contra el PP y a ver qué hace Ciudadanos allí donde tenga la llave. En segundo lugar, perder el poder no es quedarse a dos velas porque en la oposición también se cobra. ¿Dónde se vive mejor sino en la sede del partido con tu buen sueldo y sobresueldo, a cambio de hacer muy poco o nada? Puede funcionar además la mecánica del Estafermo: ahora le dan a él un buen tantarantán en el pecho de todos los candidatos a las autonómicas y municipales y la propia inercia le permite derribar luego al adversario en las generales, propinándole una leche por la espalda. En último caso siempre quedaría la gran coalición en la que ya trabajan Mariano con Felipe, Pedro Arriola con José Enrique Serrano, Moncloa con Zarzuela y los grandes patronos del Ibex con todos sus legacy media. Pues no hay covachuelas a repartir en ministerios, organismos o empresas públicas… Ninguno de los 600 de Ayete cree correr el menor riesgo de quedarse a la intemperie.
Quien pasta en el presupuesto en el rebaño del PP o del PSOE es político para toda la vida. Igual que cuando un artesano entraba en un gremio medieval. Sólo debía preocuparse de que el sistema de closed shop y numerus clausus se mantuviera inamovible. Yo que Albert Rivera me prepararía para afrontar todas las modalidades de la guerra sucia. Aminorada la crecida de Podemos, la prioridad del Régimen es ahora cercenar el vuelo de Ciudadanos para que los electores sigan siendo rehenes del turnismo de dos maquinarias corruptas.
Contra eso se rebeló Antonio Maura, el último demócrata de derechas que gobernó España antes de Aznar, cuando ya en 1881 se preguntaba como diputado bisoño: “¿Es que se pretende que los dos partidos abran una cuenta de delitos y de infamias y que no se discutan más que los saldos, de suerte que las atrocidades que haya cometido uno se hagan carta blanca para que el otro las cometa y se empiece a contar cuando las exceda?”.
Yo que Albert Rivera me prepararía para afrontar todas las modalidades de la guerra sucia. Aminorada la crecida de Podemos, la prioridad del Régimen es ahora cercenar el vuelo de Ciudadanos para que los electores sigan siendo rehenes del turnismo de dos maquinarias corruptas”.
Exactamente es lo que pasa hoy con la Gürtel y los ERE en todas sus variedades. Oyendo a Griñán llamarse andana, cualquiera diría que quien cometía delitos similares a los de Genova 13 también era el Palacio de San Telmo. ¡Caramba con los inmuebles! Hasta para responder de un presunto palanganazo doméstico están blindadas Sus Señorías. El resultado es eso que algunos bautizamos como “la casta”, mucho antes de que Pablo Iglesias triunfara en el duopolio televisivo que ahora le venderá a cambio de nuevos canales. Antón del Olmet retrató bien a esa “gente sin credo ni alma, residuo y escoria de una oligarquía desmoronada, resultante selecta de una política inmoral, fementida y embaucadora… excrecencia social, detritus sostenido por el caciquismo… peldaño último de un descenso infamante, muladar infecto donde se pudre el cuerpo de España”.
Frente a La Política Horrenda -así tituló el libro del que proceden estas citas-, encarnada por un anciano ruin y decrépito, veía, como Ortega, una Nueva Política representada por el joven que exponía alegre sus pretensiones: “Quiero una España con libertades y con garantías, con Parlamento y Municipio, con Magistratura independiente, con holgura espiritual”.
Al escucharle, el viejo rezongó en medio de su bilis: “Ese me arrastrará hacia la muerte. ¿Qué será de mí sin concejales míos, sin diputados míos, sin jueces míos? ¡Concejales, diputados y jueces de la Patria…! Eso me arruina, me destruye”.
Cien años después he aquí de nuevo la misma confrontación en el escenario de las urnas. “El dragón es demasiado grande, su apetito es enorme, responde a una avidez milenaria, tiene armas diversas”, advertía Antón del Olmet. Vaya que si las tiene, lo sé por amarga y reiterada experiencia. Por eso era adecuada la receta que tan malhadado colega dejó a la posteridad: “Hace falta que cuando se lea el periódico se diga ‘he aquí una tribuna popular, un órgano de fiscalización, un guía de opinión sincero’ y no ‘he aquí un entendimiento que se mueve por el interés'”. E igualmente alentadora era su declaración de intenciones al lanzar El Parlamentario: “España tendrá un periódico de otro clima, de otra zona animal, de otra fauna, distinta de la de ahora, hija de la impotencia económica y de las cercanías del pecado”.
A base de tanto chapotear entre detritos, Antón del Olmet fue confundiéndose con el paisaje de la corrupción que denunciaba -El Parlamentario acabó siendo un órgano execrable- y no cumplió ninguno de sus compromisos regeneradores. Yo sí lo haré. De sobra sé que eso es lo que esperan los 5.624 accionistas de EL ESPAÑOL.

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