El muy social vicepresidente Iglesias, padre de familia numerosa de 41 años, rompió ayer en una radio amiga su silencio sobre el turbio enredo telefónico que desprestigia su ya menguante figura política (Podemos está pinchando en los sondeos de Galicia y el País Vasco). Se trata del que podríamos denominar «Caso de la tarjeta chamuscada de la joven colaboradora íntima del líder».
Iglesias Turrión, que en su día tomó clases de teatro, interpretó en RNE el papel del ofendido. Un ejercicio de tinta de calamar tan impostado que hasta causaba cierto rubor ajeno. Tal vez resulte de interés general diseccionar sus argumentos.
-Iglesias es marrullero y de ideología tóxica, pero se le atribuye inteligencia. Como sofista, se presupone que es de los buenos. Por eso resulta forzado y zafio que su única vía de defensa consista en camuflar sus problemas personales invocando «las cloacas» de Mariano y Soraya. Para escaquearse de una posible comisión en el Congreso sobre al caso Dina, advirtió que solo irá si acuden también Rajoy y Santamaría. Más tinta de calamar, pues aquí se investigan hechos concretos de Iglesias: ¿Destruyó la tarjeta del teléfono de su colaboradora íntima Dina Bousselham y luego se inventó que era víctima de un entramado de «las cloacas del Estado»? Sí o no.
-Iglesias manifestó en la entrevista en RNE que «Dina no ha dicho en ningún caso que la tarjeta tuviese el más mínimo deterioro». Desacomplejada manera de mentir. El 16 de mayo, Dina reconoció -¡20 veces!- ante el juez que cuando Iglesias le devolvió la tarjeta no funcionaba. De hecho, detalló que la llevó a un especialista informático a ver si podía recuperar el contenido y no hubo manera. Es decir, Iglesias la recibe en enero de 2016, de manos del presidente del Grupo Zeta, y se la devuelve a Dina, según él mismo ha reconocido, en verano (y destrozada). ¿Por qué se reservó más de seis meses una tarjeta que según comentó ayer incluía imágenes íntimas?
-¿Qué hace cualquier persona normal si recibe una tarjeta de móvil robada a una amiga y que contiene imágenes sexuales? Pues devolvérsela al instante, por supuesto. Pero Iglesias se la queda durante meses. ¿Por qué? ¿Para qué? Pues alega que para proteger a Dina y «no someterla a más presión». Retorcida explicación, y de soniquete machista, pues pinta a su colaboradora como un ser incapaz, desvalido, que ha de ser protegida por el macho alfa.
Nada extraño viniendo del supuesto feminista que a lo largo de su carrera política ha ido promocionando y degradando a mujeres al albur de sus relaciones sentimentales. Y una curiosidad: casualmente, Dina cambió su declaración ante el juez tras verse promocionada a directora de un nuevo digital impulsado por Podemos. Damos por descontado que no fue un modo de comprar su silencio.
Al final, la Fiscalía PSOE de nuestra Lola echará un capote para desfacer el entuerto. Pero por ahora, el misterio de la tarjeta chamuscada sigue amargando al social vicepresidente.
Luis Ventoso ( ABC )
viñeta de Linda Galmor
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