Quienes sobran son los terroristas, no quienes garantizan nuestra seguridad
Un etarra pide a la Policía y a la Guardia Civil que se vayan: pues enviemos más
Un paripé que empezó hace una década
Ese paripé, todo hay que decirlo, es una farsa con más actores, empezando por los que negociaron políticamente con ETA hace una década, mintiendo a los españoles, y también los que aún no han publicado las actas de esa negociación ni han revocado el permiso parlamentario para llevarla a cabo. ¿Qué es lo que hay que ocultar? Pues nos lo podemos imaginar, simplemente, viendo como las marcas electorales de ETA se han colado en las instituciones sin condenado siquiera el terrorismo, como si el rechazo al asesinato de más de 800 españoles -niños incluidos- a manos de ETA no importase a la hora de ocupar un cargo público en un país que se dice democrático.
ETA ni se arrepiente ni se disuelve: quiere total impunidad
Por supuesto, ETA no se ha arrepentido de nada. “Tomamos las armas por el pueblo vasco”, dijo ayer la banda mafiosa en una justificación de sus crímenes. En línea con ese repugnante discurso, los asesinos ni reconocen el daño hecho, ni se comprometen a aclarar aquellos de sus crímenes que aún están sin resolver, ni tan siquiera piensan en disolverse. Es más: pretenden que los asesinos presos y sus familias sean equiparados con las víctimas de sus asesinatos y con las familias que ellos destrozaron. Esto no es un “proceso de paz”, como dicen algunos: es un blanqueamiento del terrorismo. Un proceso en el que algunos, como vienen haciendo desde hace décadas, pretenden beneficiarse del crimen de ETA. Antes lo hacían de su perpetración, y ahora también quieren aprovecharse de la promesa de su cese, como si la palabra de un criminal valiese algo. Que haya políticos colaborando con ese blanqueamiento de ETA demuestra hasta qué punto desprecian a sus víctimas, pues sólo así se puede interpretar que algunos quieran dejar impunes esos crímenes.
Otegi no quiere que le estorben quienes velan por nuestra seguridad
En medio de esta farsa, las víctimas se ven obligadas a asistir, entre el dolor y la indignación, al esperpento de que un tipo condenado por ser miembro de una organización terrorista reciba titulares de prensa como si fuese un líder político. Ayer mismo el etarra Arnaldo Otegi reclamó la salida de la Guardia Civil y de la Policía del País Vasco. No entiendo a cuento de qué los cuerpos policiales españoles tendrían que abandonar una parte de España. La razón por la que Otegi pide tal cosa es obvia: como a todo delincuente, a él la Policía y la Guardia Civil le estorban. Tipos como él serían felices en una sociedad en la que la ultraizquierda separatista impusiese su ley sin más límite que su capacidad para generar terror, y sin ningún agente de la ley que le pusiese freno. Precisamente la Policía y la Guardia Civil han sido los más firmes diques que ha tenido la gente decente frente a la barbarie etarra. En una situación en la que los terroristas pretenden hacerse con el País Vasco, mediante un desarme-farsa, lo que hace falta no es menos agentes de la ley, sino más. Y más aún si pide su salida un tipo inhabilitado por pertenencia a una organización terrorista.
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