domingo, 11 de abril de 2010

Jesús Cabrera recupera todas las advocaciones de Gloria en la historia






La iglesia del Juramento de San Rafael aguardaba las palabras del pregonero. Un año más, la ciudad refulge en la semana de Pascua como un anuncio –inexorable y deseado- de cuanto se espera. La voz de Jesús Cabrera(redactor jefe de local de El Día de Córdoba) comenzaba a desgranarse con un sutil encaje lírico que ahonda en la tradición para confluir en la palabra que sirve de proclama. San Rafael –su imagen restaurada por Enrique Ortega, latente en la urbe- custodiaba las primeras líneas de la disertación: “la vemos amplia en sus dimensiones y solemne en sus formas pero en el fondo no es más que el arca que guarda el corazón de la ciudad, el rincón que esconde uno de sus mayores secretos”.



Las hermandades romeras cobran protagonismo, marcando el inicio de la andadura que alcanza al otoño; la premonición de la singladura ensoñada de la declamación del cofrade que la susurra y la clama desde el atril. “La comunión entre lo urbano y lo campestre es la seña de identidad de esta celebración religiosa que, aunque sus formas actuales cuentan con alrededor de sólo seis décadas de antigüedad, sus orígenes nos hablan de la mejor Córdoba, cuando antes de amanecer se alquilaban borriquillos para subir los avíos de un día de campo”. “Un auténtico orgullo para el marianismo local es contar con la Virgen de Linares (…). La coronación canónica le llega ahora (…), como un jalón más en su dilatada historia cuajada de hechos que transcurren de forma paralela al devenir de la ciudad”. “Fervorosas romerías en las que salía en procesión una imagen de vestir de San Álvaro que acabó en el fondo de un pozo porque un fraile no la veía apropiada”. “La devoción a la Virgen de la Cabeza en Córdoba se pierde en la nebulosa de los tiempos, aunque es en el siglo XVI cuando toma forma en una hermandad que (…) en 1989 se refunda para retomar esta gloriosa tradición a la Morenita que cada año llena de color y alegría las calles de San Francisco”.



Villaviciosa, Tránsito… se sustentan y visualizan desde la garganta del pregonero para configurar un corpus mágico que construye -pieza a pieza-, tradición, historia, futuro y compromiso. “La novedad del término de gloria a la hermandad de Villaviciosa le viene pequeño, muy pequeño”. “Estas hermandades de gloria son también pequeñas delegaciones diplomáticas donde se guardan las formas y los ritos de otros lugares. ¿O no ocurre así con la de María Santísima de Araceli, (…)? En correspondencia, Córdoba necesita escuchar de nuevo el timbre del manijero, admirar la recia verticalidad de los santeros y gritar a cada paso el ¡Viva Nuestra Madre! como seña de identidad de una tierra que se desvive por su patrona”. “Las devociones de gloria son así: diversas en el tiempo y en el espacio. Es la soberana libertad de sus fieles la que las moldea hasta darles su configuración definitiva. Éste es el caso de Nuestra Señora del Socorro”.



El pregonero se descubre como “cofrade de penitencia. A mi hermandad de los Dolores dedico parte del escaso tiempo libre que tengo y en ella me afano dentro de mis posibilidades para el mejor culto de Nuestra Señora, pero también soy un eterno aprendiz de la historia de esta ciudad, que no me canso de mirar y de recorrer con todas sus virtudes y todos sus defectos. No hay que bucear mucho en el pasado de Córdoba para descubrir y calibrar el peso y la presencia de las hermandades de penitencia y de las que ahora se llaman de gloria”. Y recorre esa historia por calles, iglesias, capillas y devociones.



Y el itinerario del pregonero concluye en el idilio mismo de la ciudad y sus gentes, del legado que nos lega y apremia a ampliar, a conocer, a engrandecer más allá de nuestras propias miras. Las Glorias ya se derraman por Córdoba, desde San Rafael a Linares. El tiempo ya se ha cumplido y, Jesús Cabrera, afronta las últimas líneas, las mismas que se descubren “en el Santuario de la Fuensanta. La pequeña imagen de las grandes rogativas, de las procesiones en acción de gracias, la que ha visto llegar a sus pies más de una vez las aguas del Guadalquivir, la que durante siglos ha bendecido las huertas que la rodeaban, la que fue coronada en uno de los actos más multitudinarios que se recuerdan en esta ciudad, goza por derecho propio e indiscutible del rango de patrona. Qué mejor que terminar con su nombre en mis labios, pidiendo por nuestra ciudad a la que por siempre será nuestra madre”.

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