sábado, 10 de abril de 2010

El comedor de los trinitarios

MANTENER día a día durante 20 años una actividad como la del comedor de los trinitarios no es nada fácil. Esa puerta abierta en la muralla del Marrubial es la entrada en la esperanza de quienes no tienen nada, de quienes lo han perdido todo. Pegar un vistazo al balance de 2009 de la Fundación Prolibertas es conocer con toda verosimilitud la realidad de Córdoba. En esos 12 meses se repartieron más de 17.300 bocadillos, 14.600 comidas, 5.200 atenciones de ropero, el reparto de 135 canastillas de bebé y casi 4.000 servicios de ducha nos dibujan una ciudad muy distinta de la que podemos intuir, aunque plenamente real. Esta labor social de la Iglesia católica no tiene precio, ni el reconocimiento que merecen puede estar nunca a la altura del trabajo que realizan bajo la premisa de promoción, liberación y desarrollo, que son los pilares sobre los que se sustenta la Fundación Prolibertas. A lo largo de nada menos que dos décadas, el comedor de los trinitarios, como es popularmente conocido, ha desarrollado una labor callada, sin alharacas, pero que se ha convertido en este tiempo en una referencia para todos, anticipándose a las administraciones, que suelen llegar tarde a este tipo de situaciones. Cuando una institución anuncia, casi siempre a bombo y platillo, que va desarrollar una actuación de este tipo resulta que la Iglesia ya ha llegado antes. Así es la vida.
Articulo de opinión escrito ayer por Jesús Cabrera en El Día de Córdoba

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